Por Narcisa Lezano Barriga
La tarde de mi país llamado Chile aún no ha partido a dormirse tras los álamos. Quienes nos alegran las miradas con el flamear de sus jóvenes hojas verdes. Esta casi misma tarde se está viviendo en toda Sudamérica. En países más distantes ya están en medianoche o ya ha comenzado un nuevo día. Pero los distintos horarios no cambian el compartir los hechos que se viven en nuestro llamado mundo. Aunque cada país tiene o debe vivir su propia identidad. Pues, a pesar que seamos similares en varios hechos o cosas no nos da el derecho de adentrarnos a sus vidas y a obligarlos a tener nuestras costumbres.
Son dueños de sus sentimientos aunque para nosotros nos parezcan incomprensibles. Por ello no vengo a escribir esta alocución para dar recetas precisas para que no haya más violencia, ni de salvadora de ciencia ficción para defender a quienes sufren las incoherencias consecuencias de la tan destructora violencia. Lo hago por la misma causa humanitaria que poseen muchas otras personas. A pesar que mi causa a veces se disloca sin una justa razón, por más que trato de mantenerla viva y por ende intacta.
Escribo aquí al enterarnos de desgarradoras noticias y por esto nuestros pensamientos se han convertidos en palabras y voces dolientes que nos obligan a preguntarnos ¿por qué una vez más la violencia es participante principal en el quehacer de nuestras vidas?
La respuesta está y no sólo hay una respuesta; hay muchas: Sabias, simples y concretas. Pero como siempre, ninguna de ellas sirve para responder siquiera a una interrogante, aunque se tenga la más infinita buena voluntad. Son débiles ante la fuerza física y por ende brutal de parte de quienes quieren dominar a todos aquellos que están ante de ellos por el sólo hecho de pensar distinto.
Estos abruptos acontecimientos no los entendemos cuando vemos las manos del alfarero amoldar sin cansancio la dura arcilla. Haciéndonos a la vez recordar que somos parte vital de la tierra y a ella nos debemos para sembrarla y cultivarla en la temporada que corresponde hacerlo.
Más aún, no entendemos cuando vemos a los científicos aferrados al microscopio analizando nuevas células para así mejorar a los distintos cánceres que afectan tan cruelmente la vida del hombre. Quien por esto no puede desarrollarse en sus labores cotidianas, que a la vez están al servicio de sus semejantes.
La noche ya está aquí en Chile y ya en otros lugares ha amanecido. Pero en cada lugar del mundo seguimos con la misma impaciencia y preocupación. Por ello, no sólo anhelamos una pronta respuesta, sino que queremos que por fin ya no haya más violencia ni física ni mental. Toda ella es tan destructiva para el ser humano, principalmente cuando se es niño. Dejándole en su alma de por vida graves secuelas al ver perder a su familia y ver perdida su propia idiosincrasia.
“La fuerzas de las armas sólo revela la debilidad del hombre”
Rabindranath Tagore.