Por Luis Marín

La biblioteca de Parición es ñoña y huele a neurosis, a falta de vuelo y de luz (si, sé que se puede argüir su premiada eficiencia, que no es un sinónimo de calidad de servicio... porque el Mamo Contreras era un tipo muy eficiente, por dar un ejemplo cualquiera). Huele a carnicera y mojigata beatitud. Huele a pesadez esencial (el joven de barba es superdotadamente desagradable, casi un ejemplo para la humanidad) y a falta de imaginación, de humildad y hasta de sentido común.
Huele al vacío cementerio de un orden cerebral mal entendido (¡el orden no tiene nada que ver con la creatividad ni con el gozo lector, señores... es apenas un componente subalterno del mismo!): con sus libros apilados, custodiados con fatua soberbia, como un montón de huesos disolviéndose en las ansias carnívoras de la nada. Huele a dos mujeres absurdas y adeptas al servilismo.