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viernes, 23 de marzo de 2012

¡Viene el Otoño!

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Viene hacia mi frontera sureña este nuevo otoño.
Viene cargado de pinceles para pintar de tosco amarillento las hojas de los señoriales álamos. Para después dejarlas caer bajo nuestros pies.
La impetuosa lluvia se encargará de llevarse a esas impertinentes hojas y, como siempre, los imperfectos hombres reclamarán que aquellas hojas taparán los desagües de sus calles.
Indolentes hojas, cómo se les ocurre molestar a aquellos hombres. Quienes indiferentes ni siquiera las miraron como cual belleza brotaban en los álamos o cuando el viento las hacía cantar junto a los pájaros al venir el alba. Y ahora, irresponsablemente, reclaman que les provocaran inundaciones.
Frágiles son ustedes hojas de los álamos, pero más frágiles son los hombres cuando se sienten incapacitados de reaccionar antes los vaivenes de la naturaleza.
¡Bienvenido otoño a mi paisaje sureño! Llévate todo aquello que daña a nuestra convivencia humana. Aunque es imposible que te lleve la irracionalidad y la intolerancia del hombre. Porque su soberbia es endémica y
perenne.
Por eso, no le permite que la belleza de pensar de lo que tú significa en su convivencia le resulte relevante. Pero si tú no existiera como el invierno, primavera y verano ¿qué sería de él?...




Las Habidas Borrascas Humanas

Como queriéndose consolar
Al ver venir el otoño,
En medio de sus impacientes cuitas,
Se brindan una inquebrantable solidaridad.
Para decirse quizás,
Los que sus espíritus siguen sintiendo.
A pesar que sus respectivos idealismos
Parecen abruptamente quebrados
Como ramas de árboles secos.
Pero igual, con majestuosidad, sobreviven
Sobre las habidas borrascas humanas.
Pensando que la próxima primavera
Les renovará la perdida credibilidad
Que depositaron en quienes,
A causa del voraz poder, le traicionaron.

(Terminé de escribir esta
prosa y poema el día lunes 15 de junio de 2009. A las 18:55 horas. Día otoñal muy frío)