Hace varios años atrás, en el aniversario de Renaico el día 23 de enero, el Crítico Literario Wellington Rojas Valdebenito de Angol publicó en el Diario Renacer un reportaje sobre sus poetas, me llevé la tremenda sorpresa que el poeta Edmundo Herrera también había nacido en Renaico igual que yo y que también se había ido siendo aún un niño y que jamás había olvidado a su pueblo natal aunque se encontrara en medio de importantes personalidades a través del mundo.
La grandeza poética de don Edmundo Herrera es demostrada por su inmensa humildad hacia quienes hemos pretendido, sin soberbia, seguir su huella. Lo pudimos comprobar el día jueves 11 de agosto en el homenaje que a él se le rindió por parte de la comunidad de Renaico. Especialmente a través de su Municipalidad y de su Biblioteca Pública Municipal.
Me sentí muy engrandecida y muy emocionada en participar en este merecido homenaje a don Edmundo Herrera. Cuando leía su trayectoria y sus poemas jamás me imaginé que algún día no sólo lo podría conocer personalmente, sino que también compartir con él esta fraternal actividad literaria. Junto igual a poetas de Renaico, de Angol, de Collipulli, y de los profesores y de los alumnos de los distintos colegios de Renaico.
Aunque el homenajeado era don Edmundo Herrera, no puedo dejar de expresar esa profunda emoción e infinita gratitud que sentimos quienes recibimos un pergamino por parte de la Municipalidad y de la Biblioteca Pública Municipal de Renaico en manos de don Edmundo Herrera y también un libro de su autoría. Con su no esperado reconocimiento nos engrandecieron como poetas que somos y, especialmente, nos hicieron sentir más humildes como personas ante nuestros literatos colegas. Pues, como muy bien dijo nuestra Premio Nobel de Literatura Gabriela Mistral que “Lo que el alma hace por su cuerpo, es lo que hace el artista por su pueblo”.
Le agradezco fervientemente a la señora Patricia Obreque, Encargada de la Biblioteca Pública Municipal de Renaico por considerarme y por ende por invitarme a participar al homenaje al poeta Edmundo Herrera. De igual manera le agradezco su gentileza de mandarme a buscar y a dejar a Nacimiento. Del mismo modo, agradezco a las demás personas que amablemente nos atendieron como también al señor chofer que nos traslado.
No puedo tampoco dejar de agradecer profundamente a mi hermano Patricio, no sólo por acompañarme, sino también por compartir fraternalmente esta actividad en representación de toda mi familia lo que me fortalece tremendamente para seguir con mi quehacer literario. Al dejarles con la fraternidad de siempre a todos ustedes, especialmente a la gente de Renaico, mi poema Recuerdo de mi niñez en homenaje a Renaico, con mucha satisfacción y contento le agradezco a la profesora María Angélica Godoy por los recuerdos afables que guarda de mi familia lo que me hace sentir muy orgullosa.
Recuerdo de Mi Niñez
(A Renaico: A su calle Libertad)
Cada vez que paso por mi nativo pueblo,
Miro las vigas que sostienen a la vieja cerca.
Me recuerdan que más que por ella,
Por mi han pasado los olvidados años.
Que me han llevado en variadas épocas a vivir
A otras adoptivas tierras.
Dejé a la sobreviviente cerca,
Cuando mi frágil niñez
Jugaba a contar sueños bajo su sombra.
Mirándole que tal alta era.
Protegiéndome de la adulta vida
Que tras ella impunemente pasaba;
Sembrando de hormigón a las empedradas calles.
Más, dejé a la pequeña palmera,
Que junto a la cerca
Iban contando mis lentos pasos.
Pero ahora ella ha engrandecido su tronco
Y sus verdes ramas se alzan gallardas
Sobre las destruidas tejas.
Quienes ya no pueden proteger más
A la que ahora abandonada,
Ayer fue ¡mi solidaria casa!
(A Renaico: A su calle Libertad)
Cada vez que paso por mi nativo pueblo,
Miro las vigas que sostienen a la vieja cerca.
Me recuerdan que más que por ella,
Por mi han pasado los olvidados años.
Que me han llevado en variadas épocas a vivir
A otras adoptivas tierras.
Dejé a la sobreviviente cerca,
Cuando mi frágil niñez
Jugaba a contar sueños bajo su sombra.
Mirándole que tal alta era.
Protegiéndome de la adulta vida
Que tras ella impunemente pasaba;
Sembrando de hormigón a las empedradas calles.
Más, dejé a la pequeña palmera,
Que junto a la cerca
Iban contando mis lentos pasos.
Pero ahora ella ha engrandecido su tronco
Y sus verdes ramas se alzan gallardas
Sobre las destruidas tejas.
Quienes ya no pueden proteger más
A la que ahora abandonada,
Ayer fue ¡mi solidaria casa!