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lunes, 21 de abril de 2008

La Magia de Valdivia

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Hay futbolistas que destacan por su disciplina táctica y son buenos, hay otros que lo hacen por su entrega y son mejores, hay otros que lo hacen por su gran técnica y son aún mejores, pero hay otros que lo hacen por su genio y estos son los imprescindibles. Y acá defino genio futbolístico por la doble cualidad de talento y coraje, cualidad a lo que debemos sumar una capacidad de invención casi inverosímil y un carisma que logra enardecer a los hinchas y emputecer a los rivales, porque la envidia es más fuerte.


El genio futbolístico es todo eso, pero también es un no sé qué indefinible, relacionado con el estilo, con la forma de sonreír (Valdivia tiene una sonrisa de simio maravillosa, sólo comparable a la de Ronaldinho Gaúcho), con la alegría (esa negligente felicidad suya hace que los brasileños lo adoren), con cierto necesario dramatismo que excede las cuestiones objetivas que configuran a un buen futbolista (lo físico, lo táctico y lo técnico). Porque la FORMA suele ser tanto o más importante que el FONDO, y el CÓMO suele ser más importante que el QUÉ, sobre todo en estos tiempos.



Futbolistas como Valdivia (que es la estrella del Palmeiras brasileño y que ayer domingo marcó el gol de la clasificación contra el poderoso Sao Paulo, en el minuto 85 de juego... http://es.youtube.com/watch?v=ot7UzyK4y80 ) asumen el riesgo de ser geniales: de perder el balón o la jugada por hacer una pasada de lujo, de ser reprendidos por “irresponsables” y, en el peor de los casos, de sufrir infracciones constantes y hasta lesiones graves. Al Pájaro rubio, que para mi gusto es el delantero chileno más genial que he visto nunca (no el más eficiente, porque ese título lo tiene el tronco de Zamorano), a mediados de los 80’s le dieron en el Bologna de Italia una patada criminal, y nunca volvió a ser el mismo. A Maradona, cuando jugaba en el Barcelona de España, unos homicidas lo mandaron a lesionar por secretaría, en el mejor momento de su carrera (ese Diego era aún mejor que el de Boca y el del Nápoles), y fue tanta su amargura que se metió en la droga.


Como digo, ser un deportista genial implica riesgos, como ser repudiado por comilón (a veces por los mismos hinchas que lo idolatraban) y que todo se te de vuelta, pasando del cielo al infierno, como Diego llorando de amargura tras errar por cuarta vez consecutiva un penal en Boca Juniors. Pero es un riesgo que se debe asumir.


Nunca voy a olvidar cuando, a la altura del 96, Marcelo Ríos, ese superdotado del tenis, jugaba un torneo en Bulgaria y aún estaba lejos de los primeros puestos. En ese partido -que vi en la universidad faltando a clases-, asistieron algunos cursos de un colegio primario de Bulgaria. Y aquellos niños celebraban al “Chino” con enorme fervor y lo aplaudían hasta cuando se equivocaba. ¿Por qué tanta idolatría para con un tenista que ni siquiera era de los mejores del circuito? ¿Por qué en ese país, que tan poco tiene que ver con nosotros? : Porque Ríos era malas pulgas, irreverente, genial, y era el primer tenista de la historia en usar el pelo casi hasta la cintura. Y los niños entienden de manera natural. ¿Y qué es lo que entienden? Algo muy simple: que quizá la razón esencial de todo espectáculo deportivo es hacer que nos volvamos a sentir como niños.

2 comentarios:

xristhian dijo...

Cabe recordar q tb es campeón nacional de lanzamiento d mortadela.. (con o sin mermelada)

LUIS MARÍN dijo...

Claro. A Navia (por hacer lo mismo) yo le doy las penas del infierno... pero a él lo absuelvo.

Así funciona la danza de la realidad.

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