Por Narcisa Lezano Barriga
Hacía un par de meses que él no
venía a dejarme alguna correspondencia y por eso cuando vino le dije “don
Waldo, aunque sabe más fría, ahora casi toda la correspondencia me llega por
Internet”.
Don Waldo me respondió “Pero la
correspondencia le llega más rápido”. Don Waldo Garrido es un cartero
nacimentano que por más de veinte y cinco años me ha traído la correspondencia
a casa.
Lo conocí ha mediado de la década
del ochenta cuando comencé a tener una asidua correspondencia con mis pares
poetas y poetisas. Donde intercambiábamos nuestros pareceres literarios,
trípticos poéticos y revistas.
Comencé a escribir
correspondencia desde que era niña. Recuerdo que cuando hace un par de años
pase por fuera de la fabrica Ambrosoli en Viña del Mar; la que sigue teniendo
la misma dirección, les comenté a quienes me acompañaban “era aquí donde llegaban
mis sobres con cincuenta envoltorios de pastillas para que así me enviaran un
sobre con fotografías de los artistas de la nueva ola”. No alcancé si a
completar dicho álbum. Otra vez participé en un concurso de Radio Cooperativa
de Santiago y me gané un disco que nunca me llegó. En ese entonces, también les
escribí a algunas personalidades públicas y algunas de ellas me contestaron.
Por cambio de casa se me extravió
mucha correspondencia, la que he recibido estas últimas décadas la guardo con
una infinita fraternidad. Sus cálidos contenidos me han hecho crecer mucho en
lo personal y por ende a mi creación literaria.
Aunque los contenidos de los
correos que me llegan ahora por Internet también son con mucha fraternidad, aún
no me puedo acostumbrar a ellos. Se echa de menos el abrir el sobre y
desenvolver las hojas para leer las afables palabras.
Son los avances tecnológicos. Es
una frase muy repetitiva pero muy certera por este inesperado cambio epistolar.
Quien ha venido a revolucionar a todos quienes pertenecen a mi generación.
Donde los hijos o los sobrinos nos dan cátedras de cómo tenemos que adjuntar
los escritos y enviar los correos cuando a la edad de ellos andábamos jugando a
saltar el cordel y en primavera andábamos elevando volantines en esos potreros
que ahora están cubiertos de poblaciones en Angol.
A través de don Waldo Garrido
vaya mi más gratificante gratitud a todos los carteros de nuestro país. Cuántas
ilusiones nos hacen sentir al recibir de ellos la correspondencia. Cuántas
canciones, libros y películas se han hecho en su honor.
Merecido reconocimiento al ser
parte importante de nuestras vidas. Por lo mismo, con la fraternidad de siempre
les dejo a todos ustedes mi poema Cartas. El cual escribí el día sábado 20 de
abril de 1985 y al pasarlo al computador le hice algunas correcciones.
CARTAS.
Cartas que no llegan
Y tus manos están vacías.
Más tu sentimiento reniegan
El despertar de cada día.
Soledad es la que siente
Por su imperecedero olvido.
Causado por su vida que miente,
Pues su juramento ya se ha ido.
Tristeza es tu color
No como el azul del cielo.
Llanto es tu dolor
Por tu amplio desvelo.
Lejano sientes al sol,
Lo maldices como al viento.
Quienes hieren a tu corazón
Al recordarte su desaliento.
Ecos que retumban en tus oídos,
Despiertan en tu alma el temor.
Al pensar en lo que has perdido,
A causa de su lejano amor.
Ciegas tu verde mirada,
Buscando lo poco dejado.
Pero en su existencia amada,
Ya nada hoy ha quedado.
Y, cartas ya no le escribirás,
Ni menos las de él esperará.
Pues por él ya no desesperarás,
Ni menos por su recuerdo agonizarás.